El epílogo:Ortega Cano, triunfo de la torería añeja del maestro

De carmín y oro, desmonterado y con un crespón negro por la muerte de Dámaso González, hizo el paseíllo José Ortega Cano en la plaza de San Sebastián de los Reyes. El maestro miraba al cielo durante el minuto de silencio, con la montera en el pecho, la misma con la que se santiguó al pisar la arena. Todos los focos apuntaban al torero de Cartagena desde que entró en el patio de cuadrillas, envuelto en una nube de fotógrafos, micrófonos y cámaras de televisión.
En el otoño de su vida, Ortega Cano –cosecha del 53– quiso revivir una segunda primavera en su enésima despedida, anunciada como la definitiva, con su familia presente: su pareja, Ana María, y sus tres hijos, Gloria Camila, José Fernando y José María. En el recuerdo, Rocío Jurado, y su madre, doña Juana, la que tantas veces vio a su niño soñar el toreo en esta localidad madrileña.