Por Clarito (fotografías de Plaza 1 y Andrew Moore)
Salida a hombros de Emilio de Justo acompañado por un centenar de chavales. La genete joven ha vuelto a las plazas y eso es una muy buena noticia
Venimos a Madrid con la ilusión de la plaza grande e importante que da y quita a los toreros. Donde los ganaderos se esfuerzan por enviar, no el toro de mejor nota que ese si no tiene tamaño no pasa el fielato del reconocimiento, sino el de mayor volumen, tenga las hechuras que tenga. Es lástima porque esta plaza merece mejor trato. Merece toros finos, vareados, con articulaciones pronunciadas, bien conformados de pitones. O sea con trapío. Un tipo de toro que aquí, empeñados en el toro de Bilbao (el más grande y basto) cuesta ver.
Y es importante esta reflexión porque en el toro está la clave de todo. En todas las plazas, el éxito del torero está condicionado por el comportamiento de la res que le cae en suerte. Son contados los capaces de mejorar un toro malo. Algunos más los que consiguen estropear un toro que, en otras manos, hubiera dado mejor juego. Pero son mayoría los toreros cuyo éxito depende del toro. De la profundidad y clase de su embestida.
En Madrid, este requisito se agudiza respecto a otras plazas porque el toro, la continuidad y profundidad de las arrancadas determina de manera brutal las posibilidades de éxito de los diestros que vienen a esta plaza. Si el toro repite, el torero torea y el público olea. Si el toro se para o carece de ritmo aparecen los bocinazos de los partidarios del unitoreo. Ya lo decía el que más sabía de esto, Joselito el Gallo: ¡Ojalá me salga un toro como este en Madrid un día sin viento!
El sexto de la tarde. Un toro válido para triunfar en Madrid
La corrida de Victoriano del Río (cuya calidad mejora con el recuerdo) se vio ayudada por la actitud de los toreros, Emilio de Justo, Borja Jiménez y Tomás Rufo. Hablemos de ellos en orden inverso.
Me gustó Tomás Rufo muy fino y elegante, quien dio una extraordinaria tanda de naturales a un buen toro burraco. Pero al que desde el sector de siempre, le reventaron la faena. Una faena que, como el toro, se fue diluyendo poco a poco. En su segundo, muy firme y decidido ante un toro que no dio opciones.
Natural extraordinario de Tomás Rufo. Algunos le recriminaron el pico, pero ¿saben los vociferantes lo que es el pico? Me temo que no y sobre todo me temo que no tienen ningún interés en saberlo.
Borja siempre entregado, siempre dispuesto a todo
La tarde se la llevó Emilio de Justo, cogido dramáticamente de salida por el primero. Un toro con mucho sentido. Parecía que llevaba cornada pero todo quedó en fracturas de costillas. Que no es poco. El extremeño que no se arredrá nunca pidió salir de la enfermería, lo que hizo -entre una fuerte ovación- cuando acabó la lidia del quinto. Lo recibió con una larga cambiada de rodillas y con unas verónicas con mucha tensión y entrega. Con el capote levantó a la plaza y a la tarde.
Manos por delante del sexto. Luego embistiría con prontitud y longitud
Emilio resolvió muy bien los achuchones del toro.
Entró a matar a por todas, con mucha decisión, con su típico salto. La estocada quedó baja, muy baja, y le reprocharon, lógicamente, el bajonazo. Pese a ello y por la intensidad de la faena, el público pidió mayoritariamente la segunda oreja. El Presidente la concedió y Emilio salió por la Puerta Grande de las Ventas. Su quinta Puerta Grande.
Merecida Puerta Grande de Emilio de Justo pese al…bajonazo.
Una reflexión (distinta) sobre la estocada. El público moderno y bastantes aficionados le dan mucha importancia a la colocación. ¿Donde cae el estoque, donde cae la puya, donde caen las banderillas?. Eso de la colocación -del estoque, de la puya, de las banderillas- es muy fácil de ver. Lo dificil, y para mi lo más importante, es valorar la ejecución de la suerte.
Hablemos de la estocada de Emilio de Justo. La de la polémica. Es cierto que hay veces que el torero busca el rincón para asegurar el éxito o la eficacia en la suerte. Hoy (vivimos dias de animalismo dentro y fuera de las plazas) y un pinchazo penaliza como no ha penalizado en la historia del toreo y algunos diestros prefieren asegurar. Pero, en general, la colocación de la estocada depende de multiples imponderables que no es el caso enumerar. Un inciso, Montes, el Joselito del XIX atravesaba los toros en la suerte de recibir por exceso de mando en la muleta, según decían sus contemporáneos. Y fue el Napoleón del toreo.
La ejecución es, sin embargo, lo que en mi opinión se debería apreciar y valorar. Y la ejecución de la estocada de Emilio fue irreprochable aunque la espada quedara baja, muy baja.
Sin embargo. Para mi el bajonazo que debería penalizar es el de quien busca decididamente los bajos a traición y con alevosía. No es el caso de la estocada de Emilio de Justo. Las dos orejas y la Puerta Grande fueron más que merecidas.
Será discutible, pero es mi opinión.
Adenda. Para que no haya dudas publicamos por gentileza del genial fotógrafo Andrew Moore una secuencia de fotografías de la estocada de la polémica. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Publicado antes en «LA RAZÓN INCORPÓREA»