Sevilla: 10ª de abono – Una oreja de oro y dos de bisutería
Carlos Crivell.– El final de la corrida fue surrealista. El público gritaba ¡torero, torero! a Talavante por una faena de arrebato a un manso, en la que no hubo ni temple ni dominio ni valor de verdad, pero que la solanera multiplicó su importancia. Y le pedían las dos orejas como quien le grita a su enemigo, desaforados, como si en la segunda oreja para el toreo del extremeño les fuera la vida. Era el mismo público que se había entregado a Morante durante la lidia del cuarto. ¿Cómo se puede cantar el valor de una faena escalofriante y minutos…