La Puerta Grande más triste del mundo
El toreo se ha quedado huérfano. Caía la noche a plomo, con toda su oscuridad a cuestas, sobre la última Puerta Grande de Morante de la Puebla. Que entonaba un adiós con la mano sobre una muchedumbre, en una vuelta al ruedo crepuscular, tras haberse cortado la coleta en acto inesperado. Le quitaban muestras del vestido de torear sobre la procesión como quien arranca reliquias. Apenas sin poder avanzar, no sin angustia. Gritos de «¡José Antonio Morante de la Puebla!» camino de la calle de Alcalá, alumbrado el túnel de la arcada de los triunfos por las luces de los móviles. Curiosamente,…


