Querido Paco que estás en el Cielo.
Cada año que se cumple el día de tu prematura y trágica muerte, no puedo por menos que acordarme de ti. No son estas líneas un mero epitafio por muy emocionado que me sienta mientras lo escribo. Las escribo como otras tantas veces por estas fechas porque no puedo quitarme de la cabeza lo muy amigos que fuimos, lo mucho que nos quisimos y lo bien que lo pasamos hasta que dejaste de ser tan feliz como siempre fuiste pese a que nunca llegaste a disfrutar por completo de la vida como ansiabas y merecías.
Recuerdo perfectamente las muchas veces que me dijiste lo que me envidiabas mientras te dabas por entero y ciertamente sacrificado a tu profesión: “Te envido porque siempre haces lo que te da la gana. Vas a las corridas que quieres, te haces acompañar por los que prefieres tratar…
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