TELEGRAMA TAURINO
En Sevilla… Morante o la inteligencia al servicio del arteUna oda a la emoción, un manicomio y dos despojos obscenosMorante forma un alboroto con una faena clamorosa en SevillaEl decimonónico recibo capotero a una mano de Morante al cuarto: una oda al toreo más clásicoMorante: «En el cuarto, ha habido momentos en los que la plaza parecía un manicomio»Juan Ortega: «Hoy, por unos u otros motivos, se ha ido la gente feliz y estoy satisfecho»Manuel Román, Fuentes Bocanegra y Javier Zulueta se reparten diez orejas y un rabo en la novillada de LucenaPedro Jorge Marques, apoderado de Morante de la Puebla: «Esto es un sueño; ha sido una faena fuera de los cánones»Otra tarde de rotundidad de Tomás Rufo, a hombros en Almoguera entre la clase de El PilarCirugeda, oreja de la novillada de Palha en Aire-Sur-l’Adour en tarde entregada de Nino JuliánOtra tarde importante de Molina, a hombros con Cid de María en HorcheGalería Así vio Muriel Feiner… a El Fandi, David Galván y Ginés Marín en SevillaMorante y su faena al abreplaza: el cénit de la pureza en la proposición (y en la colocación)Juan Ortega y un excelso recital capotero al segundo: La Maestranza ruge con su toreo a la verónicaTodos en hombros en Las Matas y un novillo de vuelta al ruedo de La QuintaLa brillantez de Guillermo Hermoso y la frescura de Pérez de Gregorio, a hombros en CorellaPablo Aguado y la genial obra con la que volvió a emocionar a Sevilla: el mal de aceros impidió que la cobraseJosé Manuel Montoliú:»en mi casa siempre ha brillado más la plata que el oro»Borja Jiménez y su regreso a Sevilla dentro de un meteórico inicio de temporadaLa belleza (y el triste final) del novillo de Barcial que iba a ser lidiado el pasado sábado en San Agustín Guadalix

Yiyo, el corazón roto de un príncipe

ABC

«Pali, ese toro me ha matado». Era la voz apagada de José Cubero «Yiyo» ante su peón de confianza tras recibir una cornada que le partió el corazón. Aquel 30 de agosto de 1985, el torero de Canillejas había cogido la sustitución de Curro Romero en Colmenar Viejo sin saber que el toro que había de matarlo «ya estaba comiendo yerba», añeja frase de miedo que se hizo trágica realidad y que ABC inmortalizó en su portada. Ocurrió en la hora final. Con templada lentitud, se tiró a matar o morir al sexto, «Burlero» de nombre, de la ganadería de Marcos Núñez. Enterró una estocada en lo alto y «Burlero», fenecido en vida, lo prendió por la espalda y hundió su pitón izquierdo con letal saña. Su cuadrilla intentó arrancarle literalmente el puñal hasta que el toro lo soltó y cayó inerte a la arena.

La plaza madrileña se sobrecogió mientras las cuadrillas lo trasladaban con angustiosa celeridad a la enfermería. Estremecieron sus ojos vueltos y encalados, que emprendían rumbo al Más Allá. El percance había sido terrorífico. Los doctores apreciaron desde el callejón la extrema gravedad. Cuando El Yiyo llegó a la mesa de operaciones, no respondió a los estímulos. «Burlero» se había llevado entre sus astas la inolvidable sonrisa de Cubero —de sólo 21 años—, después de realizar una faena colosal, premiada con dos orejas.La noticia corrió como la pólvora. La gente rompió en llanto desconsolado. «Me lo ha matado», dijo su padre quebrado de dolor. Negro parte de guerra: «Rotura por asta de toro, que provoca una parada cardiorrespiratoria irreversible…»
La tragedia recorrió el mundo entero. Yiyo y «Burlero» componían un fúnebre romance, como aquel que Valle-Inclán imaginó para Belmonte: «Sólo te falta morir en la plaza… Para que ni toro ni torero puedan separarse jamás». José Cubero ingresaba en el Olimpo de los dioses que entregaron su vida por un arte al que muchos son los llamados y pocos los elegidos, como reza en la Escuela Taurina de Madrid. Allí se formó «príncipe del toreo», junto a Julián Maestro y Lucio Sandín. «Adiós, príncipe, adiós», tituló Antonio D’Olano una obra en recuerdo.
Cartel maldito
El Yiyo, con geniales condiciones para auparse a la cima pese a no ser valorado lo suficiente por las empresas, se convirtió en leyenda inmortal. Ascendía a la gloria de muchos otros toreros caídos «a las cinco en punto de la tarde»: Sánchez Mejías, Joselito, Manolete o Paquirri. Curiosamente, Cubero había pasaportado a «Avispado», el toro que mató a Francisco Rivera en Pozoblanco. El único superviviente del llamado «cartel maldito» es El Soro, con una dramática situación: próximamente se someterá a su trigésima operación de rodilla con la ilusión de volver a los ruedos, escenario de vida y muerte.
Hoy, en la arena de Colmenar se evocará el sueño roto de El Yiyo. El Cid, Castella y Talavante rendirán su particular homenaje a un joven prodigio que tras conquistar la victoria adivinó la tragedia: «La muerte la llevamos en la cara todos los toreros. Pienso que un cuerno me va a arrancar el corazón. ¿Qué más da?» Palabra de un príncipe coronado rey en la mitología taurina.
By TT20

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