Aguascalientes. Sábado 4 de Mayo 2024. Décimo cuarta corrida de la Feria de San Marcos 2024, Plaza de toros Monumental, tres cuartos de aforo. Se lidiaron astados de Bernaldo de Quiroz justos de presentación, sosos, mansos y débiles.
Alejandro Talavante: Leves palmas y oreja
Octavio García El Payo: Palmas y dos orejas
Leo Valadez: Leves palmas y palmas
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He estado ahí, en el reino de la desesperación, en el lugar de la desesperanza, en el sitio donde habita el desasosiego. A esos valles escarpados los conozco bien, como a la palma de mi mano donde han dejado marcadas grietas, de vez en cuando, un día cualquiera y sin querer los veo a través del espejo, sé que están ahí, pero ya no les temo.
Así que, si hablamos de desaliento, dureza de realidad y escenarios donde la luz se oculta, aunque sea de día, tenemos tema largo. Y es que algo muy similar sucedió hoy en la Monumental, tristes momentos ante la mansedumbre y sosería de un encierro de Bernaldo de Quirós que mejor debió matarse en los potreros antes de permitir que salieran al ruedo y con su insultante comportamiento abofetear al aficionado que con ilusión de emocionarse acude tarde a tarde.
Y aunque parezca imposible en tan temible atmosfera, hubo un torero que con toda su verdad se impuso, cual guerrero de la vida a las adversas circunstancias, El Payo se aferró con las yemas de los dedos para vencer al escarpado, para subir la pendiente rocosa, le dijo no al destino que se le pintaba de gris, tomó las decisiones correctas para justo en el momento más oscuro atreverse a salvarse a sí mismo.
Marinero se llamó el quinto del festejo con el que Octavio García El Payo se enfrentó a su reflejo, un castaño justo de presencia al que saludó con verónicas y chicuelinas, el astado a diferencia de sus hermanos fue el único que metió ambos pitones, aunque sin ser un dechado de virtudes, simplemente fue el que tuvo más movilidad y El Payo lo supo aprovechar. En varas provocó un tumbo, más por la mala colocación del piquero que por la fuerza con la que recargó.
Pegado a tablas comenzó el último tercio, con pases por alto cuidando la fuerza del astado, luego por bajo, el cambio de muleta por la espalda y el remate por alto. Por naturales apenas le bajaba la mano y acusaba debilidad, uno o dos pases buenos y al suelo, una tanda más por ese lado, el molinete, cambiado por delante y poco a poco subiendo la montaña
Vaya tanda por derecha, pensando, con pausa, zapatillas en la tierra y haciéndose del toro para rematar por arriba. Molinetes, el cambio torero todo en un mismo espacio, a mediana altura procedió tocando a pitón contrario, cargando la suerte y rematando con pase de pecho despertando poco a poco las alegrías al tendido que ya venía de sopesar momentos de tedio,
El Payo salía de la suerte serio, sereno y seguro. Luego algunos de trincherilla, por derecha momentos largos, otros tomándose de los cuartos traseros emborronando la escena. Continuó ya de manera más centrada haciendo que los ojos taurinos por fin voltearan al ruedo. Vimos a un Payo aguerrido, conocedor de que esta era la oportunidad de ascender, de escalar, de asirse con fuerza y salir derrotando los miedos y el letargo en el que los Bernaldos nos habían metido.
Dejó estocadón en todo lo alto, quizá la mejor de la feria, para que el juez le otorgara dos bien ganadas orejas. El Payo convencido, convenciendo mostrando que se puede brillar aún en medio de la tempestad.
El primero de su lote, justo de presentación y al que le faltó la fuerza. Lances a la verónica y remate con media. Apenas si le mostraron la puya. En banderillas los hizo pasar apuros puesto que siempre tiró arreones. En el último tercio comenzó por bajo y algunos molinetes, por derecha a media altura, pero sin emociones.
Unas más por ese lado, pero la fuerza fue el factor determinante que impidió hiciera más, en cuanto le bajaba la mano ahora por naturales el astado visitaba los polvos hidrocálidos. Otra vez tomándose de los cuartos traseros y la gente lo protestó. Prefirió abreviar dejando tres cuartos de acero contrario. Palmas para el torero y pitos para el astado.
Alejandro Talavante fue el protagonista de su propia imitación, puesto que era él, pero al mismo tiempo era otro, un Talavante raro, desconectado de sí mismo, cometiendo errores evidentes y dando la impresión de que realmente él no estaba ni quería estar aquí.
El cuarto de festejo se llamó Nativo, un castaño justo de carnes al recibió con dos faroles de pie, el astado salía suelto en todo momento y doblando desde antes que le sangrarán en el piquero, algunos recortes y recibió un muy breve puyazo.
En el tercio final Talavante se puso de rodillas, tanda por derecha pasando titubeos en la cara del toro, por poco y se cae frente al astado. El bernaldo tan soso, tan débil, tan desperdicio de tiempo, apenas le bajaba poco la mano y a caer a la arena. Se lo paso en tanda por derecha, el cambio y por arriba, pero la debilidad hacía deslucir cualquier esfuerzo. Probó por naturales, algunos tersos pero ese lado era peligroso y al mínimo descuido ya estaba en la pantorrilla. Luego la arrucina y derechazos a media altura y de vuelta entera, en otros momentos conflictuándose él mismo al enredarse entre el cuerpo del toro y su muleta.
Un Talavante que parecía que la prueba no le retaba, sí el mérito de mantener en pie al soso, manso y sin clase, pasándolo por izquierda con tersura, pero sin eso que estruja las almas. Detalles de arte aunados a titubeos que resultan raros en una figura de su talla. Desarmes, enganchones, un compilado de rarezas para el sitio de Talavante que todos conocemos. Luquesinas al final, estocada entera y trasera para que se le otorgara una oreja. Para el de Bernaldo de Quirós hubo fuertes pitos en el arrastre.
El primero de su lote apenas justo fue de presencia, lances a la verónica y desde el inicio hasta el final soseando, cayendo de lado en la arena, los pitos de desaprobación y es cuando te preguntas,
¿El ganadero está orgulloso del comportamiento de sus astados?
Me supongo que sí porque año, tras año, tras año es lo mismo y los vientos no mejoran, al contrario.
Muy, muy breve vara a la que apenas si recarga, de muleta desesperante mansedumbre, Talavante pedía calma, pero esa para la afición hidrocálido ya no existe, se les agotó, se les fue por el agujero del alma por el que se les está yendo la afición. Ni un pase tenía, Talavante terminó pronto la agonía dejando tres cuartos de acero y recibir leves palmas. Para el toro los pitos en reproche.
Otro que se quedó con el deseo atorado fue Leo Valadez, al primero de su lote lo regresaron a los corrales puesto que visiblemente estaba lesionad de las patas traseras. En su lugar saltó a la arena Coquetón, otro muy escaso de trapío al que Leo recibió con verónicas, caleserina y revolera.
En varas otro micro puyazo. Luego quiso Leo citarlo de largo, pero ni de cuento ese toro asistiría. Rascando la arena, distraído y el torero tuvo que acortar las distancias para que el astado embistiera, continuó con faroles de pie y gaoneras ante la embestida boba del astado. Decidió colocar banderillas con ánimo, pero sin colocación correcta. En el último tercio se protagonizaron las escenas tristes, el toro bravo tirado en la arena, el torero queriéndolo levantarlo de los pitones.
Por derecha Leo lo intentó, cruzándose en la cara peor sin emociones desbordantes, voluntad sí pero no fue suficiente para enfrentarse a este tipo de astados que no sirven más, solo para que los jale el tiro de mulillas. Intentos por ambos lados, detalles, alguno que otro pase aislado, pero el aquerenciado toro ya no quiso saber más. Mató de pinchazo arriba y varios golpes de descabello para irse entre palmas.
El sexto del festejo otro avergonzante astado de la ganadería titular que no tuvo un pase, Leo lo pasaba por bajo, llevándolo a los media altura pero ese animal las daba a cuenta gotas. Una que otra tanda sin emociones, el tendido distraído y apachangado. Mejor lo dejó para otra ocasión, entró a matar dejando estocada entera y retirarse entre palmas. El toro al infierno de los mansos, pitos en el arrastre.
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